Asela mía

 

Apenas ayer, recibimos un comentario del lector Elpidio Morales, sobre el libro Asela mía, cartas enviadas por Rubén Martínez Villena a su esposa. Al comentarle que era probable que en alguna librería existiera algún que otro ejemplar (en Claustrofobias, quizás), pero que ni siquiera en la Editorial contábamos con uno de esos libros, nuestro amigo Elpidio nos facilitó una de las cartas que tanto lo impresionaron. De acuerdo con su opinión de lector, esta epístola lo ha conmovido como hombre amoroso, padre, esposo y combatiente incansable por las causas justas.

Moscú-30 Julio

Chelé querida:

Tu cablegrama lo recibí el día 25 en le Kom. Ustedes lo enviaron el 23, y seguramente llegaría el 24, o el propio 23 por la noche, pero el día 24 fue día de descanso. El día 25 cuando llegué al Kom. como a las 11:30 (porque ahora voy tarde y poco tiempo permanezco ahí) me hallé con la sorpresa. No la esperaba tan pronto. Sin embargo de la palabra tranquilizadora del cablegrama, estoy muy preocupado con tu estado después del parto: es posible que este haya sido feliz, y después se hayan presentado trastornos, molestias o complicaciones. ¿Dónde habrás dado luz, al fin? ¿Habrás ido al hospital como me escribiste últimamente que era tu propósito? ¿Habrás sufrido mucho? ¿Quiénes habrán estado a tu lado? ¿Cómo te habrán atendido? ¿Será robusta la criatura? ¿Se parecerá a ti? En fin, miles de preguntas quisiera poder hacerte. Pero estás tan lejos…! Mucho tardaré en saber lo que quiere mi interés, mucho más en poderte preguntar algunas cosas a ti misma, y acaso nunca llegue a esa amada pequeñina rusa- cubana… Yo ahora a pesar de todo lo que representa un hijo en dificultades y preocupaciones, a pesar de que haya sido una hembra, lo que creo complica aún más la cosa, ¡me alegra tanto que tengas un bebé!… te iba a escribir por qué, pero prefiero no hacerlo ahora: acaso te parecerían injustas mis apreciaciones o te causarían algún pesar. ¿Para qué penas? La vida debe parecerte ahora más armoniosa y alegre. Es una esfera desconchada, que has completado con ese pedazo de tus entrañas; un jardín con flores y espinas pero que anima ahora de una música inaudita. No creas que me pongo romántico y pienso en ti como una buena madrecita: sacrificar exigencias biológicas del organismo a las exigencias de la lucha social (o a cualesquiera otros) no es dable hacerlo a muchos sin sufrir una verdadera deformación que al cabo redunda en perjuicio de sus mismas actividades. Hay que ser un hombre y luchador, al mismo tiempo y debe vivirse la vida integralmente, sin mutilaciones morbosas. Claro que la chica te estorbará mucho, sobre todo al principio. Pero debemos estar contentos: ya está aquí: ¡adelante! ¿Qué te escribiré sobre mi salud? Mañana o pasado debo ir a una junta de médicos especialistas: veremos que deciden después de mi última recaída. El caso mío es el gráfico típico de la curva de Sayé: cada caída es más profunda y cada reposición menos alta. Creo que no me deben quedar muchas caídas: mirando las cosas con la más desapasionada frialdad, no veo ninguna probabilidad de contener esto. No pierdo mi entusiasmo por la lucha, pero ya me he habituado a la idea de que estoy “aviado”. Recuerdo a todos. Y besos; besos para ti y para ese pedazo de nuestras vidas que acaso nunca me dirá papá.

Tu Rubén.

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«El espejo pintado» según José Leonel

Cuando recibí en mis manos «El espejo pintado» de Eduardo Manet, lo primero que saltó ante mí fue la innegable maestría de Carlos Espinosa Domínguez, compilador de las críticas recogidas en este volumen. Le di de lado al libro durante tres semanas, por el miedo a encontrarme con una obra superior a mí. Pasado este tiempo, atravesando una pequeña ráfaga de valor comencé -por fin- a leerlo; no fue para nada una sorpresa el encontrarme frente a una magistral y enciclopédica obra que además de gozar de un diseño completamente en función del contenido, está dotada de un lenguaje altamente cuidado y accesible a cualquier lector sin dejar de lado los términos técnicos propios del séptimo arte.
La conducción coherente y práctica del contenido que lleva al lector desde una pequeña -pero profunda- sinopsis del filme, hasta una valoración critica e imparcial de la obra como un todo, teniendo en cuenta el trabajo de dirección, fotografía, montaje y actuación del elenco en cada caso, es una clara muestra del conocimiento pleno del escritor acerca del púbico a quien estaba dirigido este tipo de trabajo, por lo que no se aleja ni un solo momento de la relación existente entre el artista, la obra y la percepción de los cinéfilos en este caso, valiéndose siempre de las diferencias entre el gusto y el valor estético innegable de la obra de arte en cuestión.

Sobre «Cuentos de ahora y de luego» de Alberto Peraza

 

Cito cuando digo que «No por breves son menos emotivas estas historias, que llaman la atención sobre la fuerza de la venganza, el poder, la avaricia, las relaciones humanas o el amor en sus múltiples y más insospechadas formas.»
Al detenerse a leer este libro, encontraremos una gran frescura y bondad en sus textos. El autor transita por cada una de sus historias dejando a su paso una senda de amor y armonía, marcada por una prosa exquisita.
Considero, que dado que el libro está concebido para niños, el lenguaje utilizado es en ocasiones inalcanzable para dicho público y un poco más asequible para un adolescente o joven, en expresiones como: «vigorosa», «fronda fresca», «cántaros de agua», «quedaron prendadas una de la otra», por sólo citar ejemplos.
No sólo considero los relatos incomprensibles lingüísticamente, sino también a la hora de interpretar las ideas y relacionarlas como un todo en función del cuento.
Aún resaltando lo ya dicho, creo que el libro está muy bien estructurado, con una buena elección en el orden de los textos. Si fuese dirigido a adolescentes y jóvenes tendría mayor comprensión y aceptación.

José Leonel Leyva Bejerano.