
Quizás sea demasiado decir que Olga Portuondo es una mujer con una sonrisa para la historia, pero para quienes de algún modo hemos tenido la suerte de intercambiar con ella, su sonrisa y su inacabable y exquisito sentido del humor, han sido un bálsamo en esos momentos en que el estrés y el calor, se vuelven insoportables. Olga, la sarina, (así, con “s”) no solo cuenta entre sus innumerables atributos con una sonrisa franca, limpia y alegre, sino con una marcialidad a prueba de todo cansancio mental. Lo demuestran cada uno de sus trabajos, frescos y reveladores de cualquier época. Olguita, cercana y respetable a la vez, es una conversadora infatigable que con el tono coloquial de sus libros nos acerca a esa materia tan pendiente que para muchos cubanos, sigue siendo la historia.
Baste, para muestra, el texto La virgen de la Caridad del Cobre. Símbolo de cubanía, que se aproxima a su tercera edición cubana y sigue siendo un best seller. El secreto está en que sus páginas constituyen una aproximación no sólo histórica, sino cultural, a la imagen de la Virgen del Cobre. Es imposible, al mirar la cubierta de este libro, no pensar en lo especial que fue aquella vez en que mi abuela materna, que por demás presume de atea, le llevó flores a la Virgen para agradecerle por el nacimiento de su nieta más pequeña. Y es que un fenómeno tan extendido como este culto religioso no puede menos que representar la nacionalidad de aquellos que, creyentes o no, hemos nacido y crecido bajo la sombra dorada de la Patrona de Cuba.
Precisamente la religiosidad, como elemento que de algún modo integra la nacionalidad cubana, es analizada en otro texto Entre esclavos y libres de la Cuba colonial, junto a otros aspectos sociales (las costumbres, la ideología misma) que conforman elementalmente la conciencia de identidad criolla que finalmente condujo al inicio de nuestras luchas independentistas. Ensayos y relatos calzan esta investigación en la que se analiza la presencia e interacción de esclavos, libres de color y blancos humildes y su relación con los más altos estratos colonialistas.
La sociedad cubana en pleno se retrata en los libros de la Portuondo. Pensando en uno de sus más recientes títulos me viene a la mente mi bisabuela, su calma pausada y el terror en sus ojos al recordar un temblor de tierra y decir bajito ¡Misericordia! Una obra como esta, en la que el tradicional grito de devoción se convierte en motivo para recrear las vivencias de los eventos sísmicos ocurridos en Santiago de Cuba, desde el siglo XVI hasta el actual, cuenta con el interés general. Como si no bastara con este presupuesto, que por si solo garantiza al texto alta popularidad, se analiza además el impacto de cada uno de estos fenómenos en el imaginario popular y en la conciencia del santiaguero ante los peligros, efectos y consecuencias de estas anomalías. Y es que Olguita, santiaguera por adopción y decisión, conoce como nadie a este pueblo dentro del que vive y trabaja. Sirvan estos títulos para acercarnos a su obra, en la que de algún modo siempre nos veremos reflejados.